Cuando, tras la Semana Santa, Madrid despierte, se encontrará con un triste acontecimiento y en lo más profundo de sus entrañas. Habrán desaparecido cientos de árboles en uno de los tramos esenciales de su columna vertebral, el Paseo del Prado, por ‘obra y desgracia’ de sus gestores locales. No tiene sentido, pues, que los dioses de la Madre Tierra y de los Mares, Cibeles y Neptuno, sigan ahí, tras tan enorme traición. Madrid rompe su pacto con la Ilustración y se ensombrece de nuevas miserias.
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