Es fácil observar cuando los grandes poderes recurren a la práctica de descalificar una crítica atacando con preguntas redirigidas. Por ejemplo, cuando cuestionamos a las tabacaleras por la toxicidad de sus productos, la respuesta siempre viene acompañada de, ¿qué hay del contrabando o de la cantidad importante de plazas de trabajo que crean? Esta herramienta de debatir con preguntas redirigidas es solo una desviación. Pero tiene éxito como estrategia de comunicación porque no todos comprenden la irrelevancia del argumento
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