“Perro, cabrón, nos lo hemos cargado”. En la mañana del 4 de febrero de 2006, Rodrigo Andrés Lanza Huidobro y sus amigos eran ya conscientes de la gravedad de las heridas que acababan de causar al agente de la Guardia Urbana de Barcelona que se había personado a las puertas de un inmueble ocupado junto a otros tres compañeros al tener conocimiento de que se había roto el precinto municipal y que en el interior del edificio se había organizado una fiesta multitudinaria. El agente sufrió un golpe que le ha dejado en estado vegetativo.
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