El timbre de la puerta sonó. El abogado Luis Javier Benavides se levantó de su asiento para abrir. En ese momento entraron dos tipos armados con pistolas con las que apuntaron a todos los presentes: “Esas manitas, bien arriba”, dijo el que iba descubierto. A los pocos minutos comenzaron a disparar con absoluta frialdad. Cuando abatieron a todos, los pistoleros remataron la tarea disparando de nuevo sobre los cuerpos desvanecidos. Esa noche los abogados laboralistas iban a tener una reunión para debatir algunos temas jurídicos.
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