El agua es ya un producto más de los que cotizan en Bolsa, tal como ocurre con el oro, el trigo o el petróleo. Esto quiere decir que a partir de nuestros días el agua potable -uno de los derechos humanos esenciales declarados por las Naciones Unidas y de cuyo acceso carecen en el mundo tres de cada diez personas (2100 millones), mientras que seis de cada diez (4500) no disponen de saneamientos seguros- estará sujeto a las especulaciones del mercado. La mercantilización de ese derecho vital podría derivar en una privatización del agua.
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