Un kilo de lentejas, y una sonrisa. Otro más de azúcar, y la pregunta atenta hacia quién lo recoge, sobre si su salud le permite tomar azúcar o le sentaría mejor la entrega de sacarina. Una bolsa de chuches, y la felicitación cariñosa hacia el hijo pequeño de quien toma el paquete. El Banco de Alimentos de León es un no parar. Los voluntarios que dedican allí su tiempo descargan, clasifican y empaquetan alimentos en distintas cajas, en lotes personificados que más tarde entregarán a las familias, personificados porque atienden a las necesidades
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