Un transportista colaboraba con este distribuidor y utilizaba la caleta de uno de sus vehículos para esconder la sustancia, y viajaba detrás del cabecilla de esta red en Arteixo que hacía de lanzadera en la búsqueda de controles policiales durante el trayecto. El proveedor de la droga la guardaba en una vivienda cercana a su domicilio, en la que un colaborador la adulteraba y preparaba, y en unos trasteros en un piso de Vilagarcía de Arousa.
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