Joder, qué decepción con el gobierno. A ver, si tú sabes que el Milei es yonki, le pasas la info a exteriores, que tiene que investigar sobre quién es su camello, con quién se la toma, quién es el proveedor original y todo lo accesorio que proceda, por si es necesario su uso posterior en interés nacional. No vas de tío bocas metiéndote con un subnormal a base de cotilleos cuando tienes doscientas maneras objetivas de criticar, aunque tampoco deberías así. Y este era por lo visto más espabilado que el felpudo inmoral de Albares.
A ver si ves a un ministro francés todo borracho diciendo cuantos kilos maneja el Mohamed o con cuantos maromos anda. Y eso que le tienen monitorizado en 4K. Pues eso.
Cuando era pequeñajo nos hablaban de la evolución, de la modernidad, los derechos humanos, la civilización, el método científico, el triunfo de la razón y la cultura... putas patrañas a la altura de los reyes magos. Una panda de tribus salvajes es lo que somos, básicamente, no se libra ni un puto país. La única esperanza son pobres optimistas que sobreviven como pueden entre esta maldita barbarie. Y encima no son lo que yo llamo "integrales", aquellos que unen lucidez en diversos ámbitos de pensamiento, sino que su iluminación se reduce a un pequeño sector.
Pero lo peor de todo es que algunos cogniscentes dedican su vida a rentabilizar un abuso manipulativo de su conocimiento sobre la masa ignorante de pobres retrasados.
Aquí tenemos un hecho razonable, una tribu de gñes y los que los pastorean para sacar algún rédito.
Nadie prospera en una organización de este tipo si quien pinta las líneas no tiene un dossier con su nombre. Es una ley que lleva siglos sin escribirse porque no hace falta.
#1 Gallardón era un fascista de crianza, resultón y bien nutrido, con el peloteo servil y la sumisión rastrera como principales méritos. Cuando alcanzó el cargo en que creyó que podía demandar lo mismo, no sabía ejercer. Descubrió que es raro que haya seres tan inmundos como había sido él y devino en tirano loco. Entonces apareció Almeida en el clan, un tipo al nivel meritorio de Gallardón, que repta más que trepa, evitando la luz. Sabedor de que su apariencia grotesca no le abrirá ninguna puerta, se ha currado el gracejo simplón y el halago barato, en el convencimiento de creerse al menos diez puntos de CI por encima de cualquiera de los retrasados de su cuadrilla, a los que sirve. Dentro de él hierve el rencor del canijo, del que piensa que vale más y que el mundo se aprovecha de él injustamente, pero que no se atreve a rebelarse. Acumula esa hiel para cuando llegue su momento, el justo, el que nunca llega para los que son tan cobardes. Lo que vemos son fugas por presión.
Y lo peor no es que realmente lo sepa él, sino que él sospecha que todos lo sabemos.