Las editoriales no pueden decirle hola al libro electrónico a dos euros por dos razones. Por orden inverso de importancia.
Razón 1: Tienen un sector industrial que es renuente al cambio. Si lo que se venden son libros electrónicos, dejan de hacer falta desde los maquetadores hasta los impresores e incluso los libreros. Una persona con la pierna rota en la cama de su casa puede comprarse una biblioteca entera antes de que su madre termine de freír las croquetas del aperitivo.
Razón 2: El libro electrónico acaba con una cosa muy jugosa para los editores, que es la potestad de decidir a quién y qué se lee y se deja de leer. Mientras el libro sea libro físico, sólo quienes tengan capital y red de distribución suficientes podrán vender, ergo serán ellos quienes decidan que la gente lea a Pérez y a Gómez no lo lea. El día que todo el mundo lea en lectores electrónicos, Gómez podrá colgar sus novelas en su blog y, si se lo monta bien para que la cosa viral funcione, podrá llegar a ser leído por audiencias que hoy sólo sueñan las grandes editoriales.
Lo que está en juego es un monopolio. Que caerá, como cayó el monopolio de decidir a quién se escuchaba.
Confieso que no termino de entender esta polémica.
Digamos que Pedro viola a Ana. Los padres de Ana se van al juzgado de guardia y le denuncian por violación. El juez comprueba la denuncia, insta investigaciones y, finalmente, imputa a Pedro.
En este caso, solemos decir que la Justicia, o el juez, ha sentado a Pedro en el banquillo. No decimos: los padres de Ana han sentado a Pedro en el banquillo.
Quien ha sentado a Garzón en el banquillo, primero que nadie, ha sido Garzón. Sostener otra cosa es sostener que, como se dice hoy en muchos lugares de la red y del papel, hay una conspiración en la Justicia, esto es que el juez Luciano Varela no ha sido libre ni ha usado su leal saber y entender en sus autos. Pero eso equivale a acusar a Varela del mismo delito que Varela está enjuiciando, porque si ha hecho eso, ha prevaricado.
Y las acusaciones, además de lanzarlas al viento, lo que hay que hacer es demostrarlas.
Como bien dice el magistrado Varela en su auto, quien ponga la denuncia, es irrelevante. Eso de que las denuncias de unos valían más que las de otros, hasta el punto de que esas de otros podrían llegar a no valer nada, es, ni más, ni menos, lo que hizo Franco.
Una democracia que archivase de oficio, por ejemplo, toda denuncia de un etarra que dijese haber sido torturado en la cárcel; una democracia que archivase de oficio una querella por injurias porque el querellante fuese un violador confeso y condenado a quien alguien acusó falsamente de haber matado a su madre; una democracia, en suma, que archivase una querella por el simple hecho de que quien la presenta, Falange, es o se siente heredera de un señor que no garantizó ni de lejos la tutela judicial efectiva de todos los españoles; una democracia que hace eso, no es una democracia.
A mi modo de ver, lo que el actual sistema educativo transmite, a niños y padres a través de los sufridos profesores, es algo más sutil que el mero rechazo de quien pueda dar problemas por pensar, como aquí se dice.
La base del actual sistema educativo LOGSE es que nadie se quede atrás. Es un deseo muy loable que en su inicio fue el deseo de que nadie dejase de poder desarrollar su intelecto por estar deficientemente educado, pero que se ha convertido en el deseo de que nadie se sienta marginado por ser estúpido o vago. Porque en el mundo intelectual, y no otra cosa son los estudios, ocurre como en el mundo del dibujo; hay gente que, simple y llanamente, no sabe dibujar. Como hay gente que no tiene oído para cantar.
Mi experiencia asistiendo durante años a un adolescente (mi sobrino) a la hora de estudiar es simple: el sistema educativo no hace nada por prestigiar a quien da buenos resultados. De hecho, sospecho que mi propio sobrino, durante años, estudió de menos porque, tal y como repetía, los cerebritos de la clase «tienen pocos amigos». Los chapones, como los llamábamos en mi infancia gallega, nunca fueron muy populares; pero en mi cole, por ejemplo, no tenían que levantar la mano y pedir permiso para ir al baño; salían de clase cuando querían, porque para eso sacaban dieces.
El actual sistema le tiene pavor a estas cosas. El chico que es buen estudiante no tiene privilegios porque en las aulas no se privilegia a nadie; lo cual es falso, y aquí está en gran error de la LOGSE, porque cuando no privilegias a nadie, lo que haces es privilegiar al que se toca los cojones. El actual entorno educativo me recuerda a la burbuja de las subprime. Un mercado financiero en el que el insolvente que no va a pagar tiene el mismo acceso a los préstamos que el solvente que se esfuerza para pagar, no puede funcionar bien; y, en efecto, en el verano del 2007, petó. Con las mismas, nuestro sistema educativo ha colapsado. Pero eso es así porque es un sistema en el que el que sólo se estudia los subrayados, repite las lecciones como un loro, jamás rellena los cuadernos de repaso veraniegos ni nada que se le parezca, recibe el mismo trato que el alumno trabajador.
Nuestras escuelas son canchas de fútbol cuyo árbitro carece de tarjetas. En esas circunstrancias, si sale al campo un Messi o un Iniesta o un Ronaldo, no problemo: a las primeras de cambio, coge cualquier defensa, le arrea un hostión fuera del área, le parte una pierna, y a otra cosa. Para que el fútbol funcione tienen que pasar dos cosas: a) que Messi se forre por jugar de puta madre; b) que al asesino que intente mandarlo al hospital le caiga una roja detrás de otra.
Las editoriales no pueden decirle hola al libro electrónico a dos euros por dos razones. Por orden inverso de importancia.
Razón 1: Tienen un sector industrial que es renuente al cambio. Si lo que se venden son libros electrónicos, dejan de hacer falta desde los maquetadores hasta los impresores e incluso los libreros. Una persona con la pierna rota en la cama de su casa puede comprarse una biblioteca entera antes de que su madre termine de freír las croquetas del aperitivo.
Razón 2: El libro electrónico acaba con una cosa muy jugosa para los editores, que es la potestad de decidir a quién y qué se lee y se deja de leer. Mientras el libro sea libro físico, sólo quienes tengan capital y red de distribución suficientes podrán vender, ergo serán ellos quienes decidan que la gente lea a Pérez y a Gómez no lo lea. El día que todo el mundo lea en lectores electrónicos, Gómez podrá colgar sus novelas en su blog y, si se lo monta bien para que la cosa viral funcione, podrá llegar a ser leído por audiencias que hoy sólo sueñan las grandes editoriales.
Lo que está en juego es un monopolio. Que caerá, como cayó el monopolio de decidir a quién se escuchaba.