“Dada en el Palacio de El Pardo a cinco de abril de mil novecientos sesenta y ocho. FRANCISCO FRANCO”
Así finaliza la redacción de la ley 9/1968, de 5 de abril, sobre secretos oficiales, aún vigente, con algunas modificaciones 10 años después poco relevantes para lo que nos interesa, ya con Franco enterrado.
Se supone que se debería haber modificado esta pasada legislatura, pero tampoco. Y tampoco los 50 años para la desclasificación que se barajan parecen nada demasiado digno de esperar, ni siquiera comparado con nuestro entorno inmediato: 50 años también en Francia, 30 años en Alemania, 20 años en Reino Unido prorrogables, 15 para Italia prorrogables otros 15 y así. Hasta 75 en EEUU.
Aquí lo que tenemos son 14 artículos más un preámbulo y una disposición final entre los que ni siquiera se encuentra el término “desclasificación”, lo más parecido es el artículo séptimo que tras la no modificación que supuso la Ley 48/1978, de 7 de octubre, por la que se modifica la Ley de 5 de abril de 1968, sobre Secretos Oficiales, queda exactamente como estaba y es como sigue:
“La cancelación de cualquiera de las calificaciones previstas en el artículo tercero de esta Ley será dispuesta por el órgano que hizo la respectiva declaración.”
Desde luego los 50 años mencionados son una mejora respecto algunos latinajos que podrían ser de aplicación a la legislación vigente como “sine die” o “ad infinitum”. Pero yo opino que incluso 20 años son demasiados. De hecho la propia idea del secreto de estado es lisa y llanamente incompatible con la de democracia.
Sin embargo la propia ley en su artículo noveno prevé que “La persona a cuyo conocimiento o poder llegue cualquier «materia clasificada», conforme a esta Ley, siempre que le conste esta condición, está obligada a mantener el secreto…
Y como a mí “no me consta” nada, creo que es buen momento para hablar seriamente de lo que pasó en Madrid el 11 de marzo de 2004. Hace ya 20 años.
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No son pocos los que se han interesado en el tema, muchos para tratar más bien en vano de esclarecerlo y probablemente algunos para tratar de enturbiarlo aún más.
No puede sorprender cuando el mismo presidente del gobierno en aquellas fechas se abonaba a la tesis que más le convenía a pesar de haber recibido información contraria desde el aparato de seguridad, del CNI en concreto. Y le costó las elecciones.
Algunos siguen insistiendo en la proximidad del atentado a la fecha de los comicios, tres días antes, como factor clave para establecer la autoría y el móvil. Es un error grave analizar el acontecimiento exclusivamente desde el punto de vista nacional, más teniendo en cuenta antecedentes como ya lo era el 11 de septiembre de 2001 y ya lo fue el 7 de julio de 2005.
Desde los medios de comunicación, el único que realmente insistió en tesis alternativas fue el diario El Mundo que se perdió en tesis acordes a su linea editorial y finalmente hizo flaco favor a la verdad con su trama del “ácido bórico”.
El sumario, de un volumen inmanejable, tiene más bien poco interés viendo como se desarrolló el juicio y la sentencia con la que falló, nunca mejor dicho. Tampoco es la intención de estas líneas llegar hasta las “últimas consecuencias” como debería ser la de los tribunales.
Más bien exponer con claridad lo que no puede ser y los aspectos que apuntan claramente a lo que sí fue. Hay ya mucho trabajo hecho, demasiado en realidad, pero por lo general más bien mal enfocado, al poco del atentado el escenario quedó del siguiente modo:
La posición oficial, en la línea de la sentencia, mantenía la autoría afín con Al Qaeda y el islamismo radical, más amparada desde sectores de izquierda.
Y los “teóricos de la conspiración” quedaron más bien abonados a las tesis de la autoría de ETA, o hacia allí se les dirigió, idea con más soporte a la derecha del espectro político.
Así que en este caso se dio la curiosa circunstancia que los que tendrían que venir a corregir la versión oficial estaban más equivocados todavía. Un desastre absoluto.
Pero hay casos peores aún, todavía se puede leer por ahí a algunos que señalan directamente al PSOE, como principal supuesto beneficiado (cui prodest, cui bono). Como si lo que estuviera en juego fueran unas elecciones. Todos elaboramos nuestros juicios y elucubraciones con la información de la que disponemos y me temo que algunos, además de verse contaminados en el proceso por su ideología, no disponen de más información que la evidente.
Del mismo modo, a los que apuntan a la autoría de ETA, habría que preguntarles a qué ETA se refieren, si a la de los vascos o a la de los infiltrados que tenían allí las FFCCSE que en los últimos años eran más que los originales, pero raramente los que sostienen tales tesis serán conscientes de tal circunstancia. Tal vez por ahí podríamos empezar a entender algo.
Y con el paso de los años, lamentablemente, tenemos más información para hacer encajar las piezas, como lo que sucedió en Barcelona el 17 de agosto de 2017. Ya hace seis años.
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Para profundizar en la cuestión tendríamos que entender el modo en el que se “estudia” y “gestiona” desde el aparato de inteligencia y afines el “proceso de radicalización” de las amenazas potenciales para la seguridad del estado. Algo más bien turbio, de modo similar a la infiltración.
Porque si para comprobar si determinados individuos son “radicalizables”, se les intenta “radicalizar”, tales instituciones estarían incurriendo en el papel de colaborador necesario. Pero no sólo eso, hasta aquí estaríamos hablando del discurso más o menos público para quien quiera escuchar a quienes conocen el tema.
Si lo que se desea es esclarecer la causa raíz de los atentados de Madrid hay que retrotraerse a la llamada “guerra contra el terror” lanzada desde la administración Bush tras los acontecimientos del 11S en 2001.
Sorprende que estas materias no sean siquiera material clasificado, están incluso mejor escondidas: entre páginas y páginas de texto que pocos leen. Así, en el proyecto para el nuevo siglo americano, PNAC, por sus siglas en inglés, ya se esboza lo que veríamos en términos geopolíticos en las décadas siguientes. Incluida la necesidad de una ataque o enemigo externo, textualmente ese “nuevo Pearl Harbor”. (Rebuilding America’s Defenses, página 51)
Comentarios
#2 Lo miraré.
#1 La perspectiva de los de Terra Ignota no me convence para nada. Eso sí, buen gusto para la música de fondo y muy bien producido. Incluso demasiado, se diría, para el grupo de amateurs que dicen ser:
https://www.terraignota.es/quienes-somos/
De hecho fueron algunas de las entrevistas de su serie "El abogado del diablo" las que me llevaron a publicar el artículo casi a modo de corrección.
Hay mucha desinformación sobre este tema, lo mejor que he encontrado desde entonces es este otro, también en formato de varios capítulos, 5 en total y mucho más amateur pero bastante mejor encaminado. No conviene confundirlos porque poco tienen que ver y cuesta bastante más encontrarlo aunque sigue en youtube:
Y en documanía:
https://www.documaniatv.com/search.php?keywords=farsa+11m