La sensación que nos ha quedado a muchos después del anuncio de las nuevas versiones más potentes de PS4 y Xbox One es de que esta generación ha sido una completa estafa. Constantes remakes, remasterizaciones, el downgrade gráfico, títulos pelados de contenido a la espera de completarse a golpe de cartera y escasos videojuegos exclusivos que apenas han conseguido dejar una huella duradera. Además de ser la generación más impersonal y poco emocionante de todas las que he vivido también debo decir que ha sido la más corta de todas.