Imagine tomar una pastilla con un sensor ingerible que toma medidas y envía información de forma inalámbrica a su médico, o una píldora que detecta cambios en su flora intestinal y ajusta su dosis en consecuencia. Los dispositivos médicos ingeribles prometen este tipo de aplicaciones, y muchas más, pero un gran reto está en hacer sus fuentes de energía seguras para el ser humano.
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