“Nunca fui capaz de comerme un solo pistacho” pensaba mientras observaba a los doce niños-hombre formados frente a él sudorosos y con cara agria, podría decirse sin duda que ninguno de esos trece hombres deseaban estar ahí, el otro, el número catorce en este escenario sí disfrutaba estando donde estaba, se podía leer su orgullo sin esfuerzo alguno en su mirada brillante, los ojos abiertos gozando de cuanto veía, el cuerpo alerta, abierto, y su sonrisa perfecta, el Almirante estaba convencido de su labor, sin duda.
Por absurdo que parezca el de los pistachos fue su último pensamiento consiente, y éste le llevo de viaje en un instante, no por su vida, si no por cómo la había vivido, sonriente rechazo decirlo en voz alta como su testamento, miro un instante al cielo sin buscar nada especial, solo constatando que ahí seguía, y la tierra bajo sus pies.
Bajo entonces sus ojos y pensando aún en el sabor de los pistachos, dejó de ver a los muchachos del pelotón de fusilamiento de la Brigada Moral y por último solo pudo ver doce puntos negros frente a él de los que emanaba una luz intensa, y cegadora.