Raik era un orco nacido en Morannor y prontamente reclutado como soldado raso para las huestes de Sauron. Su estatura era escasa y para colmo caminaba siempre encorvado, por lo que mostraba una imagen contrahecha que le hacía parecer poco apto para la batalla. Aun así, siempre era colocado en primera línea del frente, al igual que tantos miles de orcos empleados como carne de cañón por su amo.
Pero Raik tenía la habilidad de sobrevivir siempre. Era capaz de ocultarse tras las espaldas de otro compañero cuando los soldados de Gondor acometían, escabullirse por cualquier rincón e ir capeando el temporal hasta que la batalla terminaba. Además, cuando veía a algún soldado ya caído, aprovechaba para lanzarse sobre el cuerpo moribundo o ya muerto y apuñalarlo. De esa forma su espada siempre estaba cubierta de sangre al acabar la batalla, y a veces incluso era felicitado por sus superiores.
Un día, tras una cruenta batalla contra los elfos, su regimiento hizo prisionero a un príncipe de gran valor para Sauron, quien esperaba poder extraerle sus poderes mágicos para acrecentar su fuerza. El príncipe fue enviado a las mazmorras de Dol Guldur, y Raik fue uno de los dos guardias encargados de custodiar su celda. Lo primero en lo que Raik se fijó fue en un colgante plateado que el príncipe llevaba al cuello. La luz que irradiaba era hipnótica, y su complejísima forma (cientos de hilos de plata entrelazados con el más sublime arte élfico) hacía su belleza irresistible. Raik quiso que fuera suyo, y engañó a su compañero para que le dejase a solas con el prisionero.
Entonces Raik abrió la celda y se lanzó sobre el príncipe elfo, quien aprovechó para darle un fuerte puñetazo. Raik forcejeó con él, pelearon y finalmente el príncipe logró derribarle, no sin antes perder su colgante, que Raik consiguió arrancarle. El príncipe, una vez que Raik había caído, usó un hechizo de invisibilidad y logró escapar de Dol Guldur. Raik, presa del pánico, tardó unos pocos minutos en urdir su plan para evitar ser ahorcado. Llamó a su compañero y, fingiendo una gran aflicción, le dijo que el príncipe había conseguido sacar un brazo por entre los barrotes y golpearle dejándole inconsciente, tras lo cual le había robado la llave y escapado. También le dijo que durante su huida el príncipe había perdido el colgante, y que se lo regalaría si compartía la culpa con él y decía a sus superiores que se les había escapado a ambos lanzando un poderoso hechizo que los dejó paralizados.
El compañero de Raik escuchó más a su ambición que al miedo a las represalias de sus superiores, y aceptó. Entonces Raik le dio el colgante y corrió a entrevistarse con el Nazgul que comandaba la fortaleza. Le contó que escuchó a su compañero hablar con el príncipe elfo, que éste le sobornó con el colgante para que le dejase escapar y su compañero aceptó. Raik había descubierto el plan y, cuando hizo frente a su compañero para evitar que liberase al príncipe, éste le golpeó y dejó inconsciente, tras lo cual acabó soltando al príncipe. Raik le dijo al Nazgul que podía registrar a su compañero para comprobar que tenía en su poder el colgante.
El compañero de Raik fue ahorcado y él ascendido. Gracias a otras muchas hazañas similares, acabó siendo un gran comandante orco. La última, una vez caído Sauron, fue revelar la ubicación de los contingentes orcos que habían logrado sobrevivir a la destrucción del anillo. Y así Raik murió de viejo en una villa proporcionada por los hombres a cambio de sus servicios, tras una vida llena de gloria.