El perdón

Lo primero que llama la atención de Eva es su pelo, tan negro como la obsidiana, roto por un mechón en el lado derecho de color azul eléctrico, y tan brillante como la luz que desprende su sonrisa. 15 otoños contemplan a una buena estudiante de E.S.O. Un poco acomplejada por su falta de curvas, sus amigas han desarrollado más que ella, pero sabe que el tiempo todo lo cura y más pronto que tarde cada cosa tendrá su forma adecuada. Aunque de apariencia exigua, su metro cincuenta y siete tiene la suficiente inteligencia, valentía y heroicidad que muchos hubiésemos querido a su edad. Su mirada evoca ternura cuándo va acompañada del corazón, si es el alma el acompañante, el acomodo se aloja en el destinatario, pero mejor será que no estés cerca si por el contrario es la ira quien nubla la visión.

Su sonrisa en formación deja entrever una serie de alambres y almohadillas entre incisivo y canino, sus orejas perforadas por más sitios de los necesarios, y un pequeño tatuaje en el hombro izquierdo, un símbolo del que sólo ella conoce su significado, dibujan el perfil de una joven madrileña, como tantas otras que revolotean por los IES y que sólo buscan compresión, amistad y perdón.

Es mitad de semana, 7:45 de la mañana, el teléfono Samsung comienza a reproducir a modo de despertador “my future” de Billie Eilish, una suave melodía que hace el despertar más llevadero. Con una camiseta que le llega casi por las rodillas, Eva se dirige hacia el baño comprobando el móvil, abre whatsapp, 258 mensajes en 3 grupos y 8 contactos, se sienta y mientras vacía su vegija, abre la conversación de Laurita, su mejor amiga.

Laurita: joder tía, es que me tiene hasta el coño. Después de la clase de filo se me acerca to de sobrao, en plan sabes, y yo to rallá.


Laurita: es q m putoflipa, de q va, es q a la prosima le meto


Laurita: evi, no t abras dormido


Laurita: te has putodormido, buah


Antes de entrar en la ducha, Eva responde a Laura:

Eva: Ola amore


Eva: mas tranki estas?


Eva: en media hora estoy en la puerta del insti. Hablamos, ok


Con un pantalón vaquero, zapatillas de deporte y una camiseta negra en la cual se puede leer “somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar” Eva engancha la mochila, con un par de pines con simbología feminista, y se dirige hacia el Instituto Pablo Neruda, a escasos 900 metros de su casa.

Al llegar adivina la silueta de Laura en la puerta, aunque para ella es Laurita, su amiga desde infantil. Se saben todo la una de la otra, tienen complicidad, amistad, alianza, cada una posee la mitad del alma de la otra. Eva alarga los brazos hasta el cuello de Laura y acerca la cara a la suya y concede dos besos en las mejillas. Laura comienza a relatar la movida que había tenido con Héctor, su ex, Eva fija la mirada en los ojos de Laura, como si estuviese escuchándola, asentando con la cabeza de vez en cuando, pero con la mente puesta en otra parte, en un lugar oscuro y lleno de culpabilidad al cual no querría haber llegado.

Trascurre las semanas y la culpa de Eva se va acrecentado, no sabe cómo poner freno a todo ese torbellino de pensamientos que se repiten una y otra vez. Se repite mil veces que eso no es posible, el sentimiento atormenta cada vez más su corazón, poco a poco esa sonrisa llena de alambres se va diseminando dentro de la tristeza.

Quedan 12 días para fin de curso, Eva como todos los días sigue la liturgia matinal, móvil, pipi y ducha, aunque esta vez la ducha es algo más larga, son las 8:10 y debería estar camino del instituto, pero aún sigue en la ducha. La casa se queda vacía sobre las 8:20 y está haciendo tiempo para que nadie le pueda interrumpir. Necesita estar a solas, necesita sopesar lo que le lleva rondando desde hace días la cabeza, debe, si llega el caso, dejar todo atado e intentar que nadie se sienta culpable por todo aquello, al fin y al cabo, es su decisión y ella es la única que puede y debe decidir.

En albornoz se dirige hacia su habitación, abre la mochila y busca un cuaderno, coge el primero que ve, el de matemáticas, arranca una hoja, saca el estuche y rebusca un boli que tenga la suficiente tinta para poder expresar todo lo que siente.

Hola mamá, hola papá,

No quiero que sufráis ni que os pongáis tristes, aunque creo que eso va a ser muy difícil. Os tengo que confesar que no soy la hija modelo y rebelde que pensáis. No, no lo soy, soy una chica insegura, aterrada y culpable, sobre todo culpable de ser como soy. Vosotros no sois los culpables, os quiero mucho, pero no me quiero a mí, sólo quiero a una persona y es imposible. No os quiero avergonzar y que os señalen por la calle, quizás estéis un tiempo tristes, pero con el paso de los días, o los meses, aprenderéis a vivir sin mí.

Soy homosexual, querría no serlo, pero no puedo cambiar lo que soy. Estoy atrapada, no tengo salida, me avergüenzo de lo que siento, quisiera ser normal. Papá, no quiero que te avergüences de tener una hija bollera. Mamá, perdóname, por favor, perdóname. Allí dónde esté estarás conmigo.

Una última cosa, decid a Laura que la quiero, ella es el amor, la paz y el sosiego que necesito, pero que no me puede dar. Por eso mi alma sufre, llora y se desgarra, cada vez que la veo y no puedo decirla lo que mi corazón siente una cicatriz se posa en mi tristeza, no poder besarla, abrazarla, cogerla de la mano, decirla te quiero amore, es demasiado triste, es demasiado duro.

Por favor, perdonadme, os lo suplico, perdonadme. Es lo mejor para todos y yo dejaré de sentir este dolor infinito que me persigue allá donde vaya.

Mamá, Papá, os quiero.

Laura te amo.

Un beso eterno.

Eva.