- ¿Tú crees que me gusta hacerte esto? Pon la mano, no te resistas. Si quieres te puedo contar una historia- dijo Paco el Navaja, lo de Paquito hacia tiempo que había desaparecido como mote entre su gente-. Dirás que son 25.000 euros y que no son nada para mí viviendo aquí, que ni Bertín Osborne. Pero nada de eso. Cuando era pequeño eramos como ratas de pobres, mi padre era un borrachín. No había nada asegurado para el mañana. Hoy comías un huevo frito porque la vecina sentía puta compasión, mañana quién sabe de qué humor se despertaría. Un día le dije a un colega que despistase a la dueña del kiosko que había al lado del colegio. Vendía bocatas y mierdas de esas cuando salías del recreo. El colega empezó a hablar y a distraerla. Yo sabía que la puerta lateral no la cerraba y que el dinero no estaba en un caja registradora ni nada de eso, guardaba en una caja de zapatos. Metí la mano, me llevé un puñado de billetes. Salió de puta madre. Tras disimular un poco salimos corriendo, al bajo de los edificios de la barriada, escondidos tras una columna. Saco los billetes y los siento en la mano. La reacción natural era estar contento y pensar en planes, en qué gastarlo, comprar helados y reventar, yo qué sé. Pero mi reacción fue distinta. Por una vez sentía que pisaba tierra con firmeza. Que mañana tendría para comprarme algo si rugían las tripas y lo solucionaría. Era la seguridad absoluta de que bien manejados los billetes no había nada que temer. ¿Has visto los tebeos del Tío Gilito cuando se lanzaba a la piscina con billetes y monedas y nadaba? A mí me parecía una tontada, pudiendo estar arriba de montón y en un sitio firme ...¿para qué coño te ibas a meter por debajo a bucear? Aunque no me gustaba la idea repartí el dinero con el colega, era lo justo. No lo dí a mi madre ni al tarado de mi padre ni a los hermanos, ellos no habían participado. Era coger los billetes al sacarlos de la caja de zapatos Crube y sentirlos para estar en un sitio acogedor donde no había que temer nada, la gente dice que pasan de mano en mano y que no los toques por no sé que de las enfermedades, una mierda. Y ahora, aunque me vista de puta madre, tenga la casa y los coches todo son adornos para el trabajo. Te vienen los italianos, los jodidos moros, el político con ganas de trepar que quieren más teniendo mucho desde sus inicios y a los que no entenderé aunque la vida me vaya en ello o el que sea hacer negocios y tienes que encandilarlos para que te respeten y comprar seguridad. No hay día que que no saque un fajo, me lo ponga en la palma de la mano y hasta los huela. Los cuento. No significa ser rico, las cosas que se puedan comprar. Bien, ahora entiendes que no quiera romperte los dedos, que nada de provecho haré con ellos al machacarlos, pero sí exijo el dinero que se te prestó y que resulta importante. Pon la mano. No te diré que no dolerá porque sería ser un jodido mentiroso pero que sí que no me ensañaré. Tú consíguelos en una semana o será la otra también-y levantó el martillo así como con desgana. Después pensaría en hacerse un papas fritas con huevos y ponerse una vieja camisa, unos vaqueros cortos deshilachados y quitarse los zapatos para cerrar el día con comodidad fuera del trabajo de oficina, como lo llamaba con cierto desdén.