La fluidez de las ideas, en el mundo de las artes, gurda una extraña relación directa con el consumo de egos ajenos, humos densos y bebidas espirituosas. Aquel día ya se había difamado profusamente a los ausentes, habían caído dos botellas de vino y una de ron, y el paquete de marihuana iba por la mitad. Así surgió, seguramente, la conversación:
—Si una imagen valiese de verdad más que mil palabras, nunca habría desaparecido el cine mudo —dijo el escritor, con media sonrisa.
—Ya, bueno... ¿Pero alguien consiguió alguna vez que tanta gente riese sus chistes como Chaplin o Buster Keaton? —respondió el fotógrafo.
—No creo que hayan provocado muchas risas, pero Bach y Beethoven nunca necesitaron traductor para emocionar a su público —repuso el músico.
—En cuanto a la universalidad de vuestro arte, sois todos unos putos aficionados —bromeó el director de cine porno.
Y nadie pudo subir aquella apuesta.