Este modesto texto lo escribí hace mucho tiempo, no es nada del otro mundo, porque aún andaba aprendiendo a aporrearteclas y con cómo contar historias. Es de 1998. Mis disculpas.
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María se había levantado como cada día sabiendo que le tocaba el mes de actividad. Y aunque no le gustaba volver a comadormir durante un año, aceptaba las reglas.
Con resignación mezclada con ilusión por seguir despierta y trabajando en lo que era su especialización: “Terapeuta del Ocio”. Cada día se encargaba de indicar a las personas que acudían a sus oficinas a aconsejar, solucionar problemas, sugerir posibles actividades de ocio, corregir actitudes peligrosas y un largo etcétera. Se subió al transporte mirando las caras de los asignados ese mes, no reconociendo a nadie. Más de una vez se había preguntado cómo era posible que todos los que tenían actividad ese mes nunca coincidieran en el transporte diario a sus trabajos. Tampoco sabía quién había estado trabajando en su puesto el mes anterior o posterior. Todo eso quedaba en manos del Planificador Maestro, elegido cada cinco años por los partidos políticos y a su vez estos elegidos por los votantes que estuvieran despiertos ese mes electoral. Las últimas tres elecciones las había ganado el "Partido Luz Pura", con sede en la Luna, en la pequeña base lunar que se había instalado allí; en realidad era un hotel de cinco estrellas con más comodidades que en muchas ciudades de la Tierra y con más servicios que en "Doblelondres". La ciudad había crecido hacia abajo y sólo los más ricos podían vivir arriba, el resto se apiñaban en túneles y galerías con esas malditas luces frías y anodinas. No era incómodo, pero no se podía comparar con la vida en el exterior. A María le molestaban las inyecciones de vitaminas por la falta de luz solar. Nadie se quejaba, era lo normal.
-Hola, María, buen despertar –le dijo un señor bajito y bigotudo que no había visto en su vida justo al entrar en las oficinas de “Somos Tu Ocio”.
-Hola, ehm... no lo recuerdo, perdone –respondió ella sin saber muy bien qué decir-. Buen despertar.
-Oh, claro, con esto de los turnos tan variados, perdemos recuerdos y no siempre hemos coincidido –dijo asintiendo con la cabeza.
-Me toca este mes, señor... –dejó la frase sin terminar esperando que le indicara su nombre.
-Hans, Hans Grey, soy su nuevo supervisor.
-Pero no puede ser, estamos en la semana dos del despertar...
-Habrá habido cambios, ya sabe... los de arriba a veces...
-¿Qué ha pasado con Peter, el señor Hand...?
-Ni idea... lo habrán enviado a comasueño... no lo sé.
-Bien, pues voy a mi despacho, hoy tengo varias entrevistas con dos ociopatas y con dos parejas de aventuras peligrosas...
María entró y su despachito y marcó el número del primer cliente: Julius Distro. Julius era alto y desgarbado, llevaba una doble camisa y anillo al cuello típico de los trabajadores mecánicos, según su ficha, cargaba cajas en el muelle subterráneo veinte para la empresa “Boxxes Nosotros”.
-Buen despertar, señor Distro –dijo ella cuando entró Julius.
-Buen despertar –respondió él sentándose en la primer silla que encontró.
-Necesito encontrar el momento de ocio perfecto. Necesito...
-Bueno, señor Distro... antes tenemos que evaluar muchas cosas. Veo que en su ficha se indica que tiene pensamientos eróticos en esas explosiones de aventura...
-La luna... las selenitas...
-Pero allí, ya sabe que no se puede viajar para ocio...
-Las selenitas se tiñen el cuerpo de azul... –respondió Julius sin entender lo que le había dicho María.
-¿Le serviría una experiencia vacacional en las minas de Ontario, en la ciudad subterránea de Ontario?
-No. No.
-Entiendo.
-Bueno, tenemos las islas azules del Pacífico... Ya sabe que la Luna no es posible...
-Tiene que serlo... esas mujeres teñidas de azul... –respondió él mirando a ninguna parte.
-¿Cuántos días le quedan de despertar?
-Siete.
-Voy a tener que hacer un informe incapacitándolo para el ocio en esta temporada de despertar.
-No. No. Por favor, ofrézcame lo que sea... lo acepto. Además... no siempre se cumple el año de comasueño...
-¿Qué quiere decir?
-Algunos dicen que a veces pasa mucho tiempo hasta que sucede el despertar, más de un año...
-Ya sabe que... -comenzó a decir ella.
-Pero no podemos notarlo porque en ese estado no envejecemos... y por eso... no entendemos el paso del tiempo. Y por eso las opciones de ocio son tan pocas.
-No son pocas, tenemos una lista de...
Julius sacó del bolsillo un papel, escrito a mano, donde se leía: “La clave está en la Luna”. Lo plantó delante de María y ésta pasó la mano por el sensor de seguridad. Haces dirigidos de un líquido congelante se dirigieron hacia Julius, que quedó paralizado al momento. Desde el departamento de seguridad, entraron un hombre y una mujer vestidos de negro y con el casco de protección y se llevaron a Julius.
María se quedó mirando el papel y lo guardó en un bolsillo. Sus dudas confirmaban que no sabía casi nada de cómo funcionaba la sociedad en aquellos años. Pero tampoco le importaba. Marcó el número del segundo cliente: Anna Parvelius. Anna era alta y desgarbada, llevaba una doble camisa y anillo al cuello típico de las trabajadoras mecánicas. ¿Cómo era esto posible? ¿Mismo grupo? ¿Mismo aspecto? María no quería entender, todo es posible y las casualidades existen.
Antes de hacerla entrar llamó por visivisión al supervisor Hans Grey. No estaba disponible. Se levantó de la silla y salió fuera de su pequeña oficina. Todos estaban comadurmiendo. En las cabinas que en teoría se apilaban en la planta cien bajo tierra, pero no, estaban allí mismo comadurmiendo. Imposible.
-María, yo voy a caer en breve... –dijo una mujer alta y desgarbada.
-¿Qué? ¿Quién es usted?
-Anna... olvídalo todo, nunca hemos despertado... Nos tienen para cuando hagamos falta, cuando realmente hagamos falta. Estamos en comasueño siempre...
-Pero... ¿quién organiza la sociedad?
-No hay sociedad, no hace falta. La gente de la Luna utiliza nuestros recursos...
-¿Cómo sé que esto es verdad?
-Porque nunca despiertas cuando toca –dijo Anna mientras se tocaba la frente-. Ves, ya me han localizado y me colocarán en comasueño en breve y a ti también.
María se había levantado como cada día sabiendo que le tocaba el mes de actividad. Y aunque no le gustaba volver a comadormir durante un año, aceptaba las reglas. Con resignación mezclada con ilusión por seguir despierta y trabajando en lo que era su especialización: “Terapeuta del Ocio”.
FIN
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