Cuando Salvador Illa llegó al Ministerio de Sanidad, se fue a negociar con otro de los inquilinos del edificio, Alberto Garzón, que le cediera la mesa de despacho que utilizó en su día Ernest Lluch y que le había tocado al titular de Consumo. Con Lluch y el diálogo como referentes, asumió una cartera que ha resultado más pesada de lo previsto. Un año y una pandemia después, vuelve a Catalunya para intentar lo que parece una empresa casi imposible: ser el presidente de la Generalitat.
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