Esta historia es una de tantas. Ni tan traumática ni dolorosa, afortunadamente, como la que han vivido otros muchos vascos que tuvieron que dejar su tierra tras perder negocios o, lo que es peor, a seres queridos a manos de terroristas. Personas con las que me siento en deuda, aun sin conocer a muchas de ellas. Como en deuda me siento igualmente con todos aquellos que resistieron. Porque en el País Vasco ha habido una auténtica resistencia democrática.
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