Ana Barranco, una madrileña de 68 años, creyó que nunca volverían los fantasmas del pasado, que ella nunca tendría que salir ya a gritar por la libertad a las puertas de una cárcel. María se sorprendió a sí misma con el puño en alto, cantando la Internacional, con lágrimas en los ojos y una sensación extraña de derrota; despidiendo a Rafael Vera y a José Barrionuevo. Gritando con muchos otros: "Nos están metiendo en la cárcel como antes".
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