Díaz Ayuso y sus fieles están embarcados en una senda de la que los gobiernos europeos suelen huir como de la peste: enfrentarse al personal sanitario y enfurecer a sus pacientes. Hay que tener una gran pasión política o estar muy nervioso para esperar un sábado a las 11 de la noche con la pistola desenfundada por si es necesario utilizarla. También hay que tener pocos escrúpulos para utilizar la muerte de uno de los grandes directores de la historia del cine español con el fin de ganar unos cuantos puntos políticos en la lucha contra el rival.
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