No sentaba nada bien cuestionar a los grandes poderes de este país. A los bancos o a las compañías energéticas repletas de excargos de los distintos gobiernos gracias a las infames puertas giratorias. Cargos ocupados por miembros de esos partidos que deciden lo que hay o deja de haber en la televisión pública, con sus votos en el consejo de administración, por cierto.
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