Aun después de la independencia de Filipinas, la élite estadounidense seguiría colaborando con sus contrapartes en Filipinas para mantener una alianza en el desarrollo de estrategias de contrainsurgencia represivas contra los movimientos guerrilleros. Y más todavía, dichos métodos se aplicarían también en el sudeste asiático, desde África y Oriente Medio hasta América Latina y el Caribe.
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