Una de las empresarias de más éxito en EEUU llevó a sus tres hijos a África a convivir en un campo de refugiados. Su intención: darles una perspectiva de la realidad que las clases privilegiadas no ven en los informativos. Todo le salió al revés, porque la caridad no es un guion de cine. Cada vez que se aventuraban al campo para donar botellas de agua, desataban una batalla campal. Si llevaban balones de fútbol, originaban una confrontación sangrienta para ver quién robaba el esférico. Terminaron siendo evacuados por un equipo de guardaespaldas
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