En Palestina, las décadas de masacre, expulsión de su población y de violencia genocida se solidifican como trauma intergeneracional. Al expolio de sus tierras y la destrucción masiva de la vida, las distintas generaciones de palestinos y palestinas han de sumarles el ataque a la salud mental de su población. Después de la operación Plomo Fundido del 2008 y 2009 sobre la Franja de Gaza, la revista científica británica The Lancet publicó un informe en el que estimaba que el 60% de la infancia de Gaza había perdido las ganas de vivir.