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Vender en la calle en Dakar o plantar la manta en Barcelona

Las bocinas de los coches zumban con fuerza en las calles del centro de Dakar. El parón de autos es constante, y cada hueco lo tapa el conductor más ávido. No sin riesgo, aunque los milímetros aquí parecen metros. El tráfico de coches no es la única constante: personas, caballos y cabras pueblan cada rincón. En la capital de Senegal, los pasos de cebra no existen, y la calzada se comparte. Y las aceras, también se comparten. Pues en la calle se charla, se reza, se come y, claro, se vende.

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