Para que se retractara de su testimonio, le dieron una paliza, en la que le rompieron dos costillas, y después le quemaron la cara con un hierro candente. Los sicarios que le agredieron fueron defendidos por los abogados del 'capo' Tolo Cursach, que revelaron públicamente su identidad y encima le reclamaron judicialmente cantidades astronómicas. Al final ha tenido que cambiarse el nombre y refugiarse en el extranjero, pero 'Público' ha encontrado al testigo de cargo contra la gran mafia balear.
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