Las lágrimas de Julio son el llanto de un sector que ve como poco a poco empresas familiares con 40 años de historia van a tener que ir echando el cierre. "Estamos olvidados", lamenta este empresario de autobuses, que junto a cuatro familiares más -tres hermanos y un cuñado- intenta cuadrar las cuentas de la empresa Agarbus, sin lograrlo.
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