SEGA nos vuelve a invitar a recorrer enormes mundos pixelados partiendo desde las legendarias las praderas de Green Hills; con sus loopings, sus resortes y sus badniks. Todo al ritmo de sintonías creadas a través de exquisitos beats y puntuales scratches en los que predomina ese toque funk de los 90 que tan bien le sentaba a las consolas de 16 bits.
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