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Sin anestesia, pero con una sonrisa  

Nunca olvidaré el caso que refirió el profesor Ferdinand Sauerbruch de haber amputado un brazo a un militar en la primera guerra europea, sin anestesia y sin dolor, quien llegó al quirófano en un estado de gran excitación y euforia por haber ganado la batalla en que intervino. Una liberación masiva y constante de endorfinas encefálicas explican hoy el fenómeno.

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