Estaba recorriendo el sur de Francia con una mochila, fingiendo que no tenía que volver a España en algún momento, intentando desconectar hasta del castellano, pasando con gusto un frío de mil hostias, sin ordenador, sin internet, sin leer la prensa y con tuiter desinstalado del móvil para no mirar ni cuando pillara wifi por casualidad... cuando de repente, en una cafetería de piedra de un pueblo perdido junto a una abadía impronunciable, suena mi teléfono y recibo un guasap.(¿es que no hay rincón en el puto mundo donde no haya wifi?)