El parque, que cuenta con reproducciones de hallazgos arqueológicos en la zona, es un área didáctica prehistórica, que ahora sufre las consecuencias de los actos vandálicos. Personados los agentes en el lugar de los hechos, comprobaron que ardían los techos de paja y madera de tres pallozas allí enclavadas. En el lugar estaban dos jóvenes que manifestaron haber visto a un hombre que había tirado piedras a sus vehículos y, al ser sorprendido, se dirigió hacia las pallozas, a las que prendió fuego y escapó, han indicado las mismas fuentes.

Largos meses de invierno, bajo tormentas de nieve, vivían las familias sepultadas en estos nidos de paja, al amor de la lumbre. Así lo cuenta un testimonio de 1935, como si se tratara de la visita a una tribu o de una expedición a la Prehistoria: “Entramos en una de ellas (…). Quedamos un momento parados en el centro, hasta acostumbrar nuestros ojos a la penumbra llena de humo que nos hacía toser. Una docena de campesinos, mujeres, hombres y niños. Caras angulosas de color apretado y fuerte, blaquísima dentadura.