La reacción de Hitler al atentado de Rastenburg (o, más bien podríamos decir, del conglomerado Hitler-Goebbels) fue una especie de “si no querías caldo, ahí tienes dos tazas”. El canciller estaba convencido de que la mayoría militar odiaba a la minoría de 300.000 nazis convencidos, y conspiraba para hacerle perder la guerra. Pues bueno: tendrían más nazismo que nunca.Se lanzó una campaña de imagen contra los grandes terratenientes del país, a los que Hitler consideraba inspiradores del golpe de Rastenburg.