Mucho se ha hablado sobre la guerra, sobre su esencia ligada a una intención de dominar, sobre los desmoralizantes efectos que imprime en una sociedad y el monumental costo financiero, ético, psicológico y vivencial que implica. Hoy imaginamos, con relativa fidelidad y gracias a ciertos reportajes, filmes, y crónicas, que el participar en una guerra puede ser, comprensiblemente, un evento devastador para la naturaleza humana. Pero lo cierto es que pocos documentos retratan de manera tan contundente las implicaciones que una persona.