Decía ayer mismo pinjed, en un tweet que sólo él podría escribir, que «en 2016 las desarrolladoras han estado sacrificando famosos como ofrenda a algún dios arcano de la creatividad». Tal cual. El año que ya nos deja, el mismo que ha servido para reinventar en las redes sociales aquello del Annus horribilis, ha ido escupiendo juegazos a un ritmo difícil de seguir.