Le ha costado tiempo, concretamente dos temporadas irregulares en las que se alternaron una de cal y otra de arena, algunos momentos brillantes y otros más dubitativos, pero al final, en su tercera temporada, “The Walking Dead” se ha convertido definitivamente en la serie que (casi) todos pensábamos que podía ser, una que sale en cada capítulo directa a morder la yugular a un ritmo por momentos vertiginoso. Tras el último episodio emitido el domingo en USA antes del parón, analizamos la primera parte de una temporada frenética y electrizante.