En Los Álamos, Nuevo México, un grupo formado por los mejores científicos del mundo disputó durante la Segunda Guerra Mundial una fatídica carrera contra la Alemania nazi por desarrollar la primera bomba atómica. Una vez logrado, las investigaciones prosiguieron y nació FERMIAC, una computadora analógica que facilitó los complejos cálculos necesarios para mejorar dicho armamento.

En 1956, un borracho realizó una apuesta en un bar de Manhattan. Apostó que podría volver desde New Jersey en 15 minutos. Robó un avión en New Jersey y lo aterrizó en la calle St. Nichols que tenía farolas y coches aparcados en ambos lados (en vez de hacerlo en un patio de una escuela como había planeado). El dueño del avión no presentó cargos, y se le multó con 100$ por incumplir la normativa que prohíbe aterrizar en Manhattan. 2 años despues volvió a hacer lo mismo cuando un hombre del bar le dijo que no se creía la historia.

Enrico Fermi (1901-1954) fue una de las mentes científicas más privilegiadas de la historia. A grandes rasgos, los físicos pueden dividirse entre aquellos que son destacados teóricos (Planck, Einstein, Maxwell, Dirac) o quienes sobresalen como experimentalistas (Faraday, Curie, Tesla, Rutherford), y sólo de manera excepcional podemos encontrar a alguien que sea un “físico completo”: maestro en la teoría y en la experimentación. Viéndolo así, Fermi está en un grupo tan extremadamente reducido, que lo comparte tan sólo con Newton.