En el umbral de una decisión que marcaría el resto de su vida, Charles Darwin se encontraba inmerso en un mar de incertidumbre respecto a la posibilidad de contraer matrimonio con su prima, Emma Wedgwood. En un acto revelador de su naturaleza meticulosa y analítica, Darwin extrajo de su escritorio lápiz y papel, y se dispuso a evaluar las implicaciones de tal compromiso.