Paul no es tanto un candidato como una causa, como él mismo dijo en la noche electoral de NH. El suyo fue un discurso sincera y casi exultantemente orgulloso; en cambio, los demás perdedores tuvieron que simular estar encantados con los resultados. Paul, sí, estaba genuinamente encantado, porque, después de un cuarto de siglo de travesía en el desierto, está a punto de colocar en la agenda nacional su querida causa. El libertarismo habrá salido entonces de la marginalidad para ocupar una posición destacada en el seno de una formación relevante.