Javier es cura, cura rojo, rojo obrero. Un adjetivo que a los periodistas les sirve para titular. Igual que rebelde, o desobediente, o insurrecto, que vienen del pulso que mantuvo con el cardenal Rouco Varela. El entonces arzobispo de Madrid ordenó echar el cierre como parroquia en 2007 (como parroquia roja, claro) y convertirla en un centro pastoral dedicado a la marginación. Una redundancia, pues él cree que la Iglesia debería volcarse con los necesitados.