Los píxeles de esta enorme pantalla no están hechos de diodos de luz orgánica sino de carretes de hilo de diferentes colores. Un sistema hace girar las bobinas para mostrar el color correcto en cada momento, y lo mejor es que puedes ver en ella tus fotos de Instagram.

Hasta hace muy poco, si te comprabas un carrete de película fotográfica era muy probable que las imágenes estuviesen calibradas respecto a una fotografía de una mujer blanca caucásica vistiendo ropa blanca y negra sobre fondo gris. No importaba el color de la piel de los sujetos de la imagen o lo que llevaban puesto. Si la fotografía calibrada se veía bien con dicha modelo, todo lo demás estaba bien. Si no, es que algo se había hecho mal.

Porque no siempre hace falta ir a un estudio fotográfico a que nos pasen nuestros negativos llenos de recuerdos a formato digital.

MediaLab-Prado: ¿se va a quedar sin casa uno de los proyectos mejores de Europa?

En estos días, tener un tatuaje no necesariamente significa ser visto como un rebelde e inadaptado social. Este arte corporal es tan común y aceptado que ni la generación más adulta se muestra sorprendida. Pero si retrocedemos a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, esto era una cuestión totalmente distinta. Llevar un tatuaje en la piel era sinónimo de rebeldía y era un tabú bastante fuerte. Las imágenes que presentamos fueron tomadas en décadas como los 30′s, 20′s e incluso la última dedada de los 1800.