El pasado fin de semana, la hija de Isaías Carrasco, ex concejal socialista asesinado por ETA, contaba en una entrevista en El Diario Vasco y El Correo que hace 4 años, la última vez que salió de fiesta en el pueblo, alguien se le acercó y le susurró al oído “Gora ETA”. Es verdad, hay mucho hijoputa (disculpen el término, heteropatriarcal pero muy popular) capaz de provocar y de incrementar el dolor de quienes ya sufren. Pero ser un sinvergüenza y un imbécil ¿es delito? ¿Debe serlo?