Como insulto, parece broma. Infantil. Ñoño, si cabe. Hasta que se lo oyes gritar a una gaditana, como fue mi caso, con tal saña, con tanto énfasis que si hubiera llamado cabrón a su contrincante, no hubiera sonado tan denigrante. Es lo que tienen los insultos, que más que lo que te llaman, hiere sobre todo el cómo te lo llaman