Así entonces, a pesar de convencernos de que hemos avanzado mucho como sociedad, terminamos reducidos a la pura vida biológica (nuda vida). El peligro de contagio exige la obediencia rápida del pueblo y otorga la autoridad máxima a los gobiernos. Se merman de esta manera las posibilidades de organización desde abajo, así como revueltas o resistencias callejeras.