En Italia, enojar a la mafia como periodista deriva en una vida solitaria. Sin embargo, Borrometi, de 35 años, no está solo. Casi doscientos reporteros italianos viven bajo protección policiaca, un caso único entre los países occidentales industrializados, según los grupos de activistas. “Ninguno de nosotros quiere ser un héroe o una figura prominente”, dijo Borrometi hace poco ante un grupo de estudiantes de bachillerato en Roma, donde vive ahora. “Solo queremos hacer nuestro trabajo y nuestro deber, que es contar historias”.