En los últimos años se ha generalizado la idea de que el peso de las rentas del capital dentro del PIB español se ha disparado: a los trabajadores cada vez les va peor y a los capitalistas cada vez les va mejor. Si a ello le añadimos que, según Eurostat, la tributación sobre las rentas salariales es más agresiva que sobre las rentas del capital, ya tenemos el cóctel perfecto para un torrente de reivindicaciones anticapitalistas: el Estado es un instrumento de clase orientado a perpetuar la explotación de los trabajadores.
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