Leoncio tenía 34 años cuando, terminada la guerra, el nuevo alcalde de Paterna, le dijo: “Rojo, si quieres trabajo, vete al cementerio a enterrar a los tuyos”. Leoncio debía enterrarlas en las fosas comunes que poco a poco fueron llenando el suelo del cementerio, pero en la clandestinidad, poniendo en riesgo su propia vida, ayudó como pudo a las familias de los represaliados.
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