Quizás no conozcas el librojuego ‘El Secreto’ (‘The Secret’ en su título original), pero lo cierto es que miles y miles de personas lo llevan jugando desde 1982, año en el que su autor, Byron Preiss, lo publicó. Y digo que llevan jugando porque en realidad aún no ha acabado. El motivo es el formato del librojuego en sí, ya que sus páginas contienen un total de 12 ilustraciones y poemas, que el lector debe conectar entre sí, con el fin de encontrar una ubicación

Aparte de comer tortugas, Longstreet y sus colegas oficiales que se aburrían acantonados en Corpus Christi (Texas) construyeron un teatro con capacidad para 800 personas. Cobraban las entradas, y pronto recuperaron su inversión a base de representar comedias. Pronto sus ambiciones se volvieron mayores y empezaron a representar a Shakespeare. El teniente Longstreet iba a hacer de Desdémona en Otelo, pero el teniente Porter se quejó de que era demasiado alto (1,83 m) y le iba a costar estrangularlo, así que se optó por el más bajo Ulysses Grant.

Miguelín era un tipo sencillo Campesino y nada pentenciero Miguelín Miguelín el cashero Miguelín Miguelín el cashero Cultivaba patatas y puerros Marihuana cebollas y coles

Bella canción sudanesa con una estructura muy poco común en la música occidental.

Ánforas, monedas, esculturas, herramientas de navegación, incluso los propios barcos hundidos nos cuentan secretos de su cultura, vicisitudes, sueños y momento histórico. Esto es precisamente lo que estudia la arqueología subacuática y marítima: el pasado histórico y la cultura material inherente a la relación entre las sociedades humanas y el océano. La investigación de este patrimonio, disperso en los fondos marinos, en áreas costeras e intermareales y en otros diversos cuerpos de agua está aún repleta de enigmas a la espera de respuestas.

Antes de los modernos grafitis los ciudadanos ya se expresaban a través de dibujos y escritos en obras de arte y paredes. Una técnica láser los descubre en el MNAC. Eso que ocurre hoy, ya ocurrió antes, sobre todo en la edad media, donde los grafitos eran el lenguaje de una minoría silenciosa que sin embargo estaba decidida a mostrar su punto de vista. Conocerlos bien quizás ayude a resolver, mediante una correcta distinción, lo que hoy son meros garabatos y lo que son obras de arte de artistas callejeros deseosos de poner fin al yugo