No podía ser de otro modo. Durante un largo verano, los alemanes se entregaron a una seguridad engañosa: la pandemia de coronavirus no sería tan violenta en su país como en el resto. Pese a todo, las restricciones de la primavera fueron manejables para la mayoría de las personas, si bien golpearon duramente a innumerables artistas, trabajadores autónomos y dueños de bares, que ahora vuelven a temer por su existencia.
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